La otra cara de la moneda
Hace tiempo vi dos fotos publicadas en alguna de esas tantas redes sociales que usa mi hija. Era una seguida de la otra. La primera, un tipo junto a su mujer. Hegemónicos, en armonía, con un fondo verde repleto de hojas, y a su lado, un perro. Lo llevaban con una correa. No indagué mucho en el perro, pero creo que era un Pastor Alemán. Se veían felices, acompañados, con una sonrisa fresca, esas de publicidad dental. Al otro lado de la pantalla, era él, nuevamente. Su pelo canoso y largo. Estaba solo, con su perro. Me pareció asombrosa esa manera tan fácil y rápida de reconocer el paso del tiempo. De ejemplificar, de trasladar, de transitar. No lo dudé un segundo. Lo que me transmitía la primera foto era totalmente opuesto a lo que me transmitía la segunda, pero nada se comparaba con lo que ambas fotos, en su complementación, me causaban. Me sentí totalmente identificado con la segunda. Si bien mi matrimonio era todo un éxito, o al menos para mi, me sentí conectado con a...