Blanca, blanquita
Hace un tiempo que releo una y otra vez las mismas líneas, que miro una y otra vez el mismo canal, que te busco entre la gente en los pasillos. Hace un tiempo que ya no recuerdo tu voz. Dicen que es lo primero que te olvidas de una persona. Me quedaron cuatro anillos, te faltó el quinto, promesa de mis 15, y una foto. Recuerdo cuando me la regalaste, no entraba en ningún marco que pudiera encontrar en casa. Tu casa quedaba en Adrogué. Subí y bajé de muchos trenes para llegar. Te gustaba amasar tallarines y hacer un postre de frutillas. Almorzábamos siempre en tu patio. La tía Titina no paraba de gritar y su marido, de quien no recuerdo su nombre, pero tenía dientes de conejo, la miraba desorbitado. De chica me llamaban la atención tus manos, tu prolijidad, tus uñas pintadas de color rojo, pero nunca me propuse imitarte porque me las como desde que tengo uso de razón. No sé en qué creo y en qué dejé de creer hace rato, pero a veces hablo pensando...