Chi chi chi le le le, Barcelona y un argentino de San Isidro por

Nos conocimos en un free walking tour, en una de las ciudades más lindas, a mi entender, del mundo: Barcelona.

Nosotras 3 y ellos 2. Nosotras 3, pero desesperadas 2. Rápidamente nos percatamos que estaban ahí parados, porque por lo general la gente que se apunta a este tipo de actividades son adultos, parejas, nada interesante para ir a compartir un trago después. 

Pero ahí estaban, él y su hermano. Intercambiamos miradas pero ni una sola palabra. Nos hicieron presentar a cada grupo, y ahí supimos que eran chilenos, en otras palabras, de baja.

El total del recorrido duró 2hs y cuando finalizó, cada uno por su cuenta. 

Esa noche las chicas comían paella, pero yo, siempre contra la corriente, y gastando el triple en un mundo donde ser activista es donar un órgano para poder comer, me fui al bar de al lado donde la comida era a base de plantas.

Volví con mi burrata a las mesas comunes de un hostel medio pelo, pero simpaticón. Mis amigas sentadas con su plato de comida. De pronto, un chico se sienta con nosotras y nos pregunta si éramos argentinas. Por supuesto que si, se nos notaba hasta en la sombra. Compartimos la cena con él, Lucas, que amablemente se nos pegó y se volvió un amigo, de esos que te acompañan a tomar el colectivo porque también es argentino y esas cosas allá si se valoran. Él estaba estudiando agronomía en Valencia pero se tomó unos días de descanso. Celeste le comentó algunas formas particulares de matar un chancho con un palo en el culo. Yo me hacia la horrorizada pero los demás no paraban de reírse, y yo tampoco.

Entre charlas y sorbos de aguas para bajar ese sanguche mis ojos se percataron de lo que realmente tenía enfrente. Los chilenos, de nuevo. Por supuesto no se dirigieron a nosotras, ni viceversa, parecían muy reservados, ortivas diríamos. 

Mi cabeza pensaba ¿Cuántas son las probabilidades de que esto esté pasando? Muy pocas, poquísimas. 

Llegó Flor, una tucumana con una imagen inolvidable, de esos perfiles "influencer" que te inspiran a mejorar tu imagen y autopercepción. Nos invitó a salir junto a un grupo de cordobeses que había conocido esa noche. Obviamente aceptamos, estábamos hiper entusiasmadas por salir desde que aterrizamos en las tierras españolas. Lucas se sumó, y así, emprendimos la recolección de nacionalidades de todo el hostel. 

De pronto éramos cinco argentinos, un mexicano, una estadounidense, dos brasileros, uno de ellos viviendo en Italia, caminando por las calles de Barcelona. Llegamos al Born y mientras caminábamos por una plazoleta rodeada de bares, otra vez ellos, los chilenos.

No sé si fue el poco alcohol en sangre que tenía, o mis pensamientos impulsivos de que todo pasa por algo, pero los llamé, me di a conocer, y revelé que estábamos parando en el mismo hostel. Sorprendidos pero entre sonrisas, se sumaron a nuestro plan.

Fuimos de bar en bar hasta dar con el "Rey de copas", un boliche de tamaño ínfimo donde tenias que esperar a que salga alguien del VIP para poder ingresar. 

Una vez que estábamos bajo esas escaleras, solo bailamos, hasta que decidimos irnos. 

Éramos una pequeña familia dividida en una cuadra, hablando a los gritos en todos los idiomas posibles, pero de alguna forma, nos hacíamos entender. Definimos las actividades para el día siguiente, queríamos seguir compartiendo nuestro último día con ellos en la ciudad.

Llegamos al hostel y nos repartimos en cada habitación, hasta mañana. 

Dejabamos la habitación 11am y nuestras valijas quedaron en el departamento de uno de los cordobeses. Necesitabamos estar libres de peso para visitar la Sagrada Familia.

Esta vez éramos los cinco argentinos, de nuevo. Majestuosa, increíble, impactante y todos los adjetivos positivos para esa obra de arte. La audioguía funcionaba, a diferencia de otras.

Salimos del templo a nuestro encuentro con los ya casi amigos, los chilenos. Sebastián y Gonzalo.

Flor se iba, y con Lucas corrimos a tomar un taxi para nuestro segundo free walking tour. Sebastián y Gonzalo nos esperaban ahí. 

Llegamos tarde, pero los encontramos. Conocimos el barrio gótico y caminamos por calles únicas. Cuando finalizó nos fuimos todos juntos a tomar el café de la tarde, pero nuestro colectivo a París partía en 2 horas y nos tuvimos que apurar.

La despedida con los chicos fue apresurada pero en algún punto sabíamos que no era la última vez en vernos. 

Hasta el día de hoy mantenemos un chat activo, seguimos nuestras fotos e historias de Instagram para saber en qué parte del mundo está cada uno.

Con Gonzalo comenzamos a hablar. ¿Cuánto tiempo va a durar? Probablemente más de una semana y menos de un mes.

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