Una lluvia en mayo



Muchas veces nos preguntamos cómo hubiese sido, y no tuvimos respuesta. No nos atrevimos a ser los que cuestionaban porque siempre creímos que no era nuestro rol. 

Nos acostamos algunas noches hace un tiempo atrás. Hoy ya no recuerdo cómo fue, otros cuerpos pasaron sobre mi. Pero él, él si nos recuerda. Sus ojos son del color del cielo, de esos que te miran y reflejan sus inseguridades. Es un ser humano tan precioso que no hace otra cosa más que generar ganas de darle la espalda. 

No hubo tiempo para despedidas, el avión ya había arribado. Mi conciencia y yo ya íbamos a dejar de estar tranquilas.

Caminamos bajo la lluvia la primera vez que salimos a la calle juntos. Juan B Justo era un buen lugar para subir al auto. Manejamos durante 10 minutos y llegamos a un puente sobre la autopista. No estábamos solos. Él no habló en todo el viaje, simplemente dejó que nosotras inundemos el ambiente con nuestras anécdotas y risas. 

Días después en la oficina empezamos a pasar horas juntos. Me ofreció un té, era una tarde de mayo, fría, como la luz ahí dentro. Las paredes impregnadas de rayos blancos por las computadoras, sonaba rock. Esa camisa lo hacia aún más serio. 

¿Cómo haces para relacionarte tanto con ellos? ¿Son de tu palo? Existe un grupo, y yo no estoy dentro. Tampoco me interesa, con ser tu amiga me basta.

Invierno, mi cumpleaños. Vino y yo me quise ir corriendo, pero se quedó. Se quedó hasta el final y yo me morí de ternura, quería que se vaya. El ascensor se frenó más de una vez, como en las películas, sólo que acá me tapé la cara cuando nos quedamos solos. Subimos y bajamos más de tres veces. Del piso 13 hasta planta baja, sin parar. Me corrió la mano de la cara pero fue inútil. 

Varios meses después, quizá años, le cuestioné por qué no me besó en ese momento. Pensó que no quería. Y quizá no, quizá no quería. Como ya dije, poco recuerdo de nuestros encuentros.

Simplemente mi interés nunca existió. Quizá ahora más que antes, quizá ahora que confíamos el uno en el otro, que me mira desde otro lado, quizá ahora podamos tener un vínculo, un vínculo que antes estaba anestesiado.

Volvemos al primer minuto de nuestros encuentros, unos años hacía atrás. No voy sola, me acompañan. Esta vez es una editorial en el barrio de Barracas. Toco timbre, subo. Llegué última, me toca la cabecera. Estás sentado a mi izquierda en la otra punta. Somos seis en total. Nos fuimos todos sin una respuesta, el 39 llega y me voy, creo que estás más atrás, ya te dejé de prestar atención. 

¿Tienen que pasar siempre cinco meses entre la última y la próxima? Quizá, tal vez. Así funcionamos siempre. Ya van más de seis mi querido amigo, y estamos más lejos que nunca, a años luz diría yo, pero, te siento más cerca que antes.




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