¿Desvanecerse o florecer?
¿Y si me había apurado? ¿Y si todo lo que había ideado en mi cabeza se estaba desvaneciendo? No me sorprendía. Me daba bronca. Me daba bronca haber ido con freno de mano, que me lo sacaran, mandarme y que me volvieran a tirar. Porque era la segunda, o quizá la tercera, si contamos desde mi nacimiento. Iba a ser difícil que volviera a creer genuinamente en alguien. En lo que tienen para dar, en las promesas eternas que hasta yo hago. Porque nadie tiene algo para dar. Nadie va a dejar de lado sus cosas por otro. Nadie, solo mamá. Mamá había dejado todo por nosotras, y por ella. Fue fuerte, y eso creía yo que nosotras íbamos a ser. Y cuando me lograban decepcionar de nuevo solo pensaba en ella. Su fortaleza, su intuición y su impaciencia por irse de los lugares que la ponían incómoda. Me desbordaban las ganas de llorar esa tarde en la oficina. Esa tarde en donde todo comenzaba a desdibujarse. Esa tarde en donde presentí el principio del fin. Misma época, misma estación, un año despué...